En este recorrido por el patrimonio arquitectónico daimieleño y manchego es inevitable dirigir la vista al pasado (véase capitulo 10). Y es que en muchos casos para estos edificios cualquier tiempo pasado fue mejor.
Volvemos al Molino de Griñón, al que ya dediqué una entrada a principios de abril con motivo de las crecidas de los ríos Azuer y Guadiana.
Aunque su fachada mejor conservada se sitúa al oeste, para este post es mejor observar la dura transformación y ruina del conjunto de molino, puente y edificación anexa al este.
Un ojo del puente cegado, cubierta inexistente, muros parcialmente derruidos, grietas producidas por movimientos en el subsuelo..., un sinfín de lesiones fruto de la dejadez y escasa conciencia por la conservación de un patrimonio valioso, pero no valorado.
Pese a ello, y a diferencia de otros molinos, es uno de los pocos molinos que junto con Flor de Ribera conserva una integridad que posibilitaría una intervención.
La cantidad de detalles que esconden los paramentos interiores son dignos de conservación. Pero no será hoy cuando desvelé el misterio; ya le dedicaré próximamente un post exclusivo para esos detalles que espero alguien se anime a descubrir.
Ver Molinos hidráulicos del Guadiana. en un mapa más grande
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